El frío remueve los escombros de mi.

Retuerzo mi cuello hasta que este calambre desaparece con la niebla de la noche. Mi rostro con un color amarillento lunar, espía por la ventana el infinito negro, el más allá que no contemplo me ve con curiosidad. ¿Quién será esta tristeza? ¿Porqué sus ojos lluvian? No sé responderle. Escucho murmullos de grillos que me preguntan lo mismo. Ni los mosquitos me pican por miedo a que los contagie de suspiros. Los suspiros son la forma en como se van mis días. Estas noches las conservo en melancolías debajo de la cama. Cada que dan las diez, las saco de su cajón, están dormidas y azoto la caja contra el piso para oírlas llorar. Así puedo arrullarlas entre mis pestañas. A veces trepan por mi espalda y me duele mi ala derecha. Vuelo chueco desde que el humo de tu cigarro se esfumó, desde que mis sábanas no huelen a tu voz. Por eso ya no salto de la ventana, porque el polvo de hada se lo comió mi perro, mi flanco derecho arde sin ti, la escoba duerme a estas horas y no se quiere levantar a darme un paseo. Ni siquiera el puerquito gigante se compadece de mi. Ya no vuela cerca de mi casa porque me aprovechaba, saltaba a su lomo y nos íbamos de paseo. A tu casa. Floté sobre ti muchas veces. Aprendí el número de tus respiraciones, lo pervertido de tus sueños, cuantas vueltas das antes de cambiarte de lado, como se acomoda tu brazo en la almohada de pie que te regalé y luego vomitó algodón.

No, el puerquito gigante ahora es un marrano común y corriente. Y yo parezco una humana común y corriente dejando que las estrellas se burlen en mi cara. Ellas saben que no lo soy, pero comienzo a creerlo. Entonces salgo en pijama, me arropo con hojas destartaladas que no entregué, robo mi auto y manejo con los fantasmas astrales a donde me quieran llevar. Por calles misóginas, carreteras miedosas, caminos atestados de nadas. Manejo y manejo hasta que mis pies se desarman, también vomitan algodón. Rojo. Hasta que llego a donde nunca más estarás.

Río. La ciudad apesta a ti porque yo lo hago. No es la ciudad. Soy yo. Es mi auto. Es esta maldita burlona noche. Son las letras que se revuelcan con mi cerebro. La canción estúpidamente melancólica que suena en la radio apagada. Mi indigestión. Río. No hay más.

Me siento en el aire cerca de la ventana por si deja de sostenerme. Mi perro me ladra. Piensa que soy un gigantesco insecto. No, sólo soy yo. Mi metamorfosis está muy lejos de ser una mosca. Me transformo en lo que más odiaste, lo peor que saque de tus pesadillas. Sonrío.

Tu ciudad también huele a mi.

Pd.- A todos aquellos que viven en GDL., los invito el sábado 14, a Creanimax, la exposición de animación más grande en Expo Guadalajara, donde un cortometraje de mi hermano Sergio Becerril, basado en un guión mío "La hoja en Blanco" será exhibido.