Hace algunos meses...

No estaba preparada para tu partida. Me lo dijeron tantas veces que mi cerebro se cerró ante tal posibilidad. Ahora me doy cuenta que hablo de ti a diario, que en lo que escribo te encuentro, eres mi tinta. Siempre quise escribirte ¿Sabes? Algo para ti, no sólo la dedicatoria del libro... tengo muchas cosas que decirte, pero si lo hago caeré en un abismo y me llevaré con él esta noche.

Eras la persona que nos adoptó. La verdad es que esta noche amaneció desolada. No sé como consolar... si estuvieras aquí... Me duele mi mamá, su dolor me arde. Quisiera que hubieras visto el libro terminado, te hubiera encantado. Lo sé. Así como me encantaban tus anécdotas con Siqueiros o JL Cuevas... como reías y como tu voz flotaba en ese ambiente tan tuyo, lleno de historia, de libros... tu casa era como un museo... tú eras como un museo... no... los museos son fríos...

El día que te entregué el borrador, tu rostro, tus ojos, tus manos, leyéndolo como si quisieras devorarlo. Eres nosotros, ese orgullo que se reflejó en tu vista enferma, cansada, esos últimos días... esos últimos días... que creí serían eternos. Lo sabía, no lo acepté. Nadie lo hizo. Verte ahí, tendido, con esa sábana. Ese horror. Esa paz. Ver a mi mamá junto a ti, sentada en esa estúpida silla, gente saliendo y entrando. Murmuraciones en el pasillo... ya está descansando. Ahora está mejor. Qué va a pasar con el testamento? No vino la tía... Mañana es el entierro a las 12 en punto. Siempre quiso escribir. Sí siempre. Quién se va a quedar en la noche? Ya llegó el rabino. No, las mujeres no pueden entrar. bla bla bla bla bla bla bla bla que perforaban ese momento...

No hay ningún reclamo que hacerte, es por eso que esta tristeza es más honda aún. Siempre. Así como en esa fiesta, con esa sonrisa, me da la gana recordarte este fin de año...