Arghhhhhhhhhhhhh

Salí de la casa muy temprano y feliz porque estaba nublado (han de saber que no me gusta mucho el sol). No había tráfico, llegué temprano a donde tenía que ir, todos muy amables, trabajé rápido, me invitaron a dar una conferencia en Toluca en un mes, pensé que no tenía crédito en el cel pero resulta que aún me quedaba justo para ese mensaje. Fui a un centro comercial a devolver unas cosas, muy bien, me compré un helado riquísimo. Me sentí querida y mimada poco después, la inspiración llegó, acabé el capítulo que me traía en friega de la nueva novela. ¡No me dio gastritis! La comida fue no deliciosa, pero sí decente. Seguí escribiendo. Hallé por fin el libro que no había podido leer, lo guardé en la mochila y me dirigí al doctor...
En el consultorio había aire acondicionado y una tele descompuesta... lo cual me hizo más feliz aún, no tendría que soportar las novelas que la secre mira siempre a esa hora. ¡Ah! Claro, además llegué puntual y en el coche hasta le iba cantando a Sebastián... no le queda de otra más que aguantar mi voz dos meses más ¿cómo sonará ahí dentro? ¿con eco? No sé pero se movía mucho, igual para callarme, igual me aplaudía...
¿En qué iba? Sí, claro. Abro mi libro, casi babeo sobre sus páginas y zaz... ahí estaba... al lado de mi una niña no tan niña como de quince años mascando chicle y haciendo bombas. Bien, no pasa nada... trato de concentrarme en la lectura y no puedo. Mis ojos rebotan hacia sus manos que tamborilean en la mesa haciendo ese ruidito desagradable. Luego comienza a rebotar su nuca contra el sillón mientras hace ese movimiento con la pierna derecha. Sus suelas de goma horribles, se restriegan en el piso. Suena como a unicel... Respiro profundamente. Lo peor es que ella ya se dio cuenta que me fastidia, entonces muy feliz, mete la mano a la pecera que dice "no meta la mano a pecera" y comienza a fastidiar a los pobres animales.
Hago como que no veo, no oigo, no respiro... no me sale, es imposible. Las letras en mi libro se difuminan y ya no veo la hora de que me pase la doctora o la mamá de esta... lo que sea, salga ya. ¡Pero ya!
Y sigue... la cabeza rebota una y otra vez en el asiento. ¡Maldita sea, pinche escuincla! Te voy a aplastar la cabeza contra el sillón para ver si así estas a gusto. Así, con mi libro nuevo estampado contra tu asqueroso rostro...
En eso sale la doctora: Sandra, ¿Cómo vas? ¡Pasa! ¿Ya conoces a mi nueva ayudante? Es mi sobrina, de ahora en adelante va a estar aquí diario...
La mujercita se coloca una bata y me mira con cara de: no te queda de otra.

Creo que tendré que buscar otra doctora...

Por lo pronto llegué a casa y me consolé con un frasco de Nutella... la verdad hubiera querido acabármelo, pero a la primera cucharada, sentí el remordimiento hasta... bueno, tal vez una más...

Lo peor es que me quedó grabado, el sonido aquel del chicle, del zapato, de los dedos, etc... y ahora no puedo concentrarme... tendré que salir a matarla y sólo así estaré tranquila. Necesito de sus mentes malévolas para que me digan métodos para asfixiarla, acuchillarla, qué sé yo!!
Vamos, ¡sé que ustedes pueden!