Días raros...

¿Cuántas veces en la vida tenemos oportunidad de segundas, terceras, cuartas oportunidades? Hoy que lo pienso y se siente cerca, da miedo... y felicidad. Un enorme nudo en el estómago (y conste que no hablo de mi bebé) que pocas veces se siente. No son nervios, es una especie de libertad a las fantasías más anheladas, aquellas con las que nos recostamos por las noches. Nuestra imaginación vuela, se va hasta ese lugar que no queremos admitir que existe y coquetea con ideas que quisiéramos que fueran... pero no son... por muchas razones... y de repente, un día, hoy, hace 60 horas, pasa. Zaz. Así, nada más, sin tener nada planeado.

Te miras al espejo empañado después de bañarte y te das cuenta que traes en el rostro esa sonrisa cómplice ¿Qué te traerás entre manos? ¿Destino? ¿Dios? ¿Futuro? ¿Duendes? ¡Quién sabe! ¡A quién le importa!

Ya lo dijo alguna vez Johann G. Fichte "Lo principal no es ser feliz, sino merecerlo". Y yo lo merezco. Lo merecemos.

No quiero una historia rebuscada... quiero seguir sonriendo así, para mi, aunque nadie lo note, con moderación... dura más...

Así, mientras el tiempo corrió detrás de la paciencia que ya cojeaba un poco, la verdad sale. Esa que da libertad, de esa clase con que no tienes que acordarte de nada, puedo tener mala memoria y no pasa más allá...

Hoy en medio de esta madrugada, me trueno el cuello, sigo teniendo gastritis, se me enterró una espina en el dedo índice derecho, la espalda duele, Sebastián me clava sus diminutos talones, no consigo concentrarme para seguir leyendo, no me gusta mi nuevo corte de cabello... soy muy feliz...