No es que mis desvelos por ti no valgan nada. Todo insomnio vale la pena, en soledad, compartido, con nuestros duendes, esas noches donde me siento en la esquina frente a mis acuarelas, en el suelo que enfría mi cuerpo, recargada en el librero que guarda las mejores fantasías que he leído con la ventana abierta y mi cigarro en la mano, esas noches en que me desvelo sólo para pensar en ti, valen más que un día entero sin tenerte. Porque en esas horas, eres sólo mío y mi imaginación puede tocarte, crear un inexistente presente, recordar tu sonrisa, tus ojos, mis ojos… cuando mis ojos te ven no son los que tengo siempre. Cambian. Casi no los reconozco.

Mi obsesión nocturna te extraña. Me duele el rincón donde no estás. Me muerdo los labios y sólo escribo en mi angustia por no llamarte. Hace falta el peso de tu brazo izquierdo en mi hombro y mis quejas. Si no estás no puedo quejarme de ti. Porque no has hecho nada nuevo. No puedo disfrutar mis enojos. Ni las pizzas, ni la cerveza, ni las bromas, ni mis triunfos, ni mi dolor de estómago, ni esta lluvia, ni ese vapor que sube de la tierra como fantasma para formar figuras en él, ni el vaho que sale de mi boca por este frío, ni el cigarro, ni mi reloj nuevo, ni mis tennis cómodos, ni esa serie tan estúpidamente frívola que me encanta, ni mi palidez, ni a Johnny Depp.

Se me cuela un suspiro por los labios que dejaste marcados por tus mordidas. Se escapa y vuela alto, alto, hasta colgarse de los cables de luz junto con los zapatos extraviados. Es un tendedero de zapatos y suspiros. Me recargo en mi silla que cruje por tanta melancolía y pienso… pienso… pienso… y entre tanto pensar me da hambre. Hambre de nervios, de gula, de chocolate, de sudor. Tanta sed de que no te vayas.

Lo peor o lo mejor, es que te vas sólo unos días y este berrinche es por nada, porque cuando vuelvas, como siempre ha pasado, será como siempre. Felicidad. Mi miedo es que un día ya no regreses. Que un día te des cuenta que estoy loca, que creo en brujas y duendes, que le tengo miedo a las agujas y al coco que sale de mi closet por las noches para contarme cuentos de terror que luego escribo, que me baño con agua fría, que tengo un desorden en mi escritorio, que quemé tus fotos la primera vez que nos separamos, que tengo la manía de dar vueltas a los anillos en mis dedos hasta perderlos, que soy una ñoña, que el protagonista de la novela nueva se llama como tú, actúa como tú, sabe a ti y me ama, pero es sólo coincidencia. Si te despiertas hoy tan lejos y piensas: ¿Cómo no me di cuenta antes que el cuello de Sand sabe a fresas, que se muerde las uñas, que respira partículas de sakudb inventado por uno de sus personajes que la hacen alucinar, que le gusta la música deprimente, que sólo sabe tocar en el piano melodías solitarias, que no duerme si no da 5 vueltas antes, que es una vanidosa, que sus nervios no la dejan en paz, que siempre está a las carreras, que le choca que la interrumpan, que no le gustan las verduras, ni la carne, ni la fruta y que sólo come postres?

Si sueñas conmigo hoy… si te despierta mi pesadilla a un lado tuyo… si piensas todo lo que soy… si pasa, quiero que sepas que también soy adicta a mi computadora, al labial con brillitos, a morder las plumas, a Tolkien, a perdonarle la vida a los moscos que me pican, y a hablar con mi coche…

Buen viaje...