Si tus ojos no fueran ese vicio...

Si tus ojos no fueran el imán que me corta la vida en dos, sobreviviría al destierro de tus manos. Tal vez si mis piernas no se enredaran en tus sueños humedeciéndolos, tu mente saldría victoriosa de mis lunares.
Sin embargo tus ojos continúan llamándome y mis piernas colándose en tus noches. ¿Qué haremos para no naufragar en nuestros cuerpos? ¿Dejar libres las fantasías nocturnas? Si ellas desean vivir más que nosotros, si se cuelan por el aire hasta llenarnos de victorias fallidas.
Como libro abierto, te dejo que me abras en cualquier página, haz con cada una de mis letras lo que se te antoje. Forma murmullos que nadie entienda más que tú y yo; combínalas hasta que se rompan en gemidos y se duerman en mis sábanas manchadas de tu aliento sobre mi cintura; acarícialas para que nos llenen de escalofríos mordidos en tus labios. Haz que griten y el vidrio de mi ventana se rompa llenándote de trozos, rompiendo a jirones tu piel y pueda guardarte en un frasco junto a mis pesadillas. Las mejores en soledad.
Yo me colaré en tus farsas hasta empaparme de tu locura, hasta volverlas tragedias y regresarlas a ti envueltas en papel reciclado de tu voz. Porque tu voz, la exacta voz, encaja a la perfección con mi saliva. Como cuchillo rebana los besos incluso hasta esparcirlos por el aire, se cuelan en los poros de esta pálida piel y salen convertidos en furia de huracán, inunda las costas de tu cuerpo, destroza las comunidades de tu pasado y permanece en ti, en ese brazo mío que usas como almohada.
Úsame, haz de mi lo que se te antoje. Muerde mis bordes hasta sangrar, bebe mi sangre, conviérteme en ti. Rodéame tanto que me quites el aire y desfallezca en un largo suspiro dentro de tu dulzona y fría boca. Usa mis manos, hazlas trabajar sobre ti, que se deslicen sobre tu nieve, juegue con ella y haga figuras para después rellenarlas del color de mi espalda.
Cuenta mis pecas, únelas, cámbialas de lugar con tu lengua, diviértete con ellas, desgástalas hasta que en su lugar quede tu imagen plasmada. Y haré de ti lo que se me antoje. Se me antojan tantas cosas, como enredar mis dedos entre tu piel, perderme en tu respiración, volverme tabaco para que me fumes con ese vicio, acabarme toda en tu boca. Y te quedes con ganas de más. Arrancar tu ropa, que despiertes a mi lado de nuevo, infiltrarme en tu aroma, sentir ese cosquilleo entre mis piernas. Que ese cosquilleo seas tú. Aventarte a ese lugar oscuro, que rompas mi cuerpo con apretones sin pudor. Darnos en la madre con ese sabor tan embriagante cuando nuestras lenguas juegan a la guerra. Apropiarme de tu cuello, de tu cuerpo entero. Verte sobre mi, debajo de mi o tu reflejo en el espejo. No importa. Quiero verte entero. Darme toda entera. Hasta que la mañana con morbo se asome por las cobijas y nos sorprenda empiernados, durmiendo, soñando que puede volver a pasar.