Pensando en las promesas...

... y

en ti... y recorriendo con mi lengua tus recuerdos, mi cabeza gira hasta encontrar uno adecuado a esta noche solitaria. El frío se cuela por las rendijas de esta ventana provocando que el calor de tu cuerpo se esfume dando paso a un inevitable olvido que danza frente a mis ojos sin descansar siquiera para dejar de reirse de esta escritora que lo mira decepcionada, triste, apagando un cigarro en su alma y esperando, esperando, esperando...

Mientras te sigo respirando, mi piel anhela verlo una vez más. La imaginación, ese grito del alma, sale corriendo por la puerta cerrada hasta volar junto a ti, revolver tu cabello almendrado con mis recuerdos, sopla desesperada futuros en tu espalda para que despiertes temblando, sintiendo como me abrazas junto a ti. Entonces la imaginación brota desamparada por los muros de tu pensamiento donde no ha de sobrevivir y vuelve a mi, hecha una lágrima sabor a sal que mis labios saborean y mis ojos resienten. Bebo aquel llanto con sabor a tu sudor, me alimento de él. El viento afuera de lo que ya no sé si es afuera, se agita, se burla, se duerme conmigo. Lo rodeo con mis pálidas piernas y no lo dejo ir. Es prisionero. Es mío. Está secuestrado hasta que la luna pague el precio de ocultar mis ojos ante ti, que no los veas nunca, nunca, nunca más y así le devolveré a su hijo que se agita desesperado entre mis pies.


(El Grito del Ángel... pintura de Tadeo Zavaleta)