Maldición

Y si alguien acaso, ajeno a este dolor, se atreve a saborear mis letras, a oler mis lágrimas, a tentar mi pasado, a escuchar este lamento, a observar como caí en las tinieblas… que caiga sobre él esta maldición:

“Flotará en medio de mis sueños perpetuamente sin perdón mío. Comprenderá tanto este gemido de pasados, que su futuro estará lleno de mi sangre, me colaré por sus venas hasta absorber su felicidad que yo nunca tuve por tanto vivir. Arrancaré de un tajo aquellos sueños de chocolates para devorarlos con leche de fresa. Saldré como espuma por debajo de su cama y me transformaré en lo que más temía de pequeño: arañas, ratas, cocos, vampiros, monstruos, ex novias, papá enojado, oscuridad y fantasmas. Su alma ahora es mía (porque obvio: está leyendo esto) Su alma es mía y así podré jugar con ella en el parque a que su cabeza es una pelota de football y yo soy Beckham. Sus brazos serán mis columpios: toco el cielo con ellos y aterrizo en un paracaídas hecho con la piel de su panza. Sus pies conmigo siempre, para cuando los míos se rompan, tenga con que cambiarlos. (Sólo se aceptan piernas sanas) Si usted no cumple con este requisito, favor de abstenerse de leer lo que ya ha leído.

La maldición Sandra Becerril es ahora suya y pasará de generación en generación hasta que la muerte, su mujer, sus hijos, el control remoto, la contaminación o mi próximo amor, nos separen”