Desahogo

¿Se puede escribir desde el dolor? Agregando sal a la herida hasta que deje de sangrar, que de tanto doler ya no se sienta y siga ahí, nada más observando como el presente se vuelve ayer. Como la felicidad dura tan poco que cuando la digerimos, ya se espantó de nuestras manos.

Claro, estoy que me ahogo en la melancolía absoluta de palabras que hieren más de lo que dicen, más de lo que saben. Me quedo estática ahí, fumando con mi libreta en mano, tomando apuntes para el mundo de personajes que he creado, transformando ese dolor en una historia, la gente la leerá y pensará: estas cosas no suceden más que en los libros. Y mi libro, llorará tinta de realidad.
Eres un acto de fe. Yo la tengo en ti, en tu mala influencia. Me quedo seca de palabras que retraten la impotencia que me llena a oleadas.

Salgo, camino, escribo, saludo, sonrío, fumo, platico, planeo. Qué actitudes más evidentes de pura desolación. No preguntes si no diré nada más, si no tengo nada que decirte, lo tengo, se me amontonan en la garganta cientos de frases, de respuestas, de preguntas, que salen por mis ojos y te reflejan. Vamos a enterrar el dolor en mis muslos, en tus ojos como balsas. Vamos a hacer que no sabemos, que gritaré hasta que desgarre la noche tu llanto tibio, salado, seco. Me arde no estar ahí para consolarte en otra pesadilla. El cansancio del insomnio. Las caricias del insomnio. La paz de un insomnio juntos.
Lo saben. Sus rostros gimen verdades, y nosotros allá, tan lejos. Pobres, pobres locos, sólo nosotros somos normales en nuestro mundo.
Me siento culpable por lo que dejé, pero ahora ya no estoy aquí, sigo en tus ojos. Déjame regresar para poder volver contigo.

¡Maldita sea! Cómo me dueles, carajo…