En ese momento exacto

donde cerraste los ojos, mi pierna se enredó en la tuya y sentí tu aliento en mi garganta… en ese momento donde saqué la punta de mi lengua y saboreé tu piel café con leche, cuando tu esencia se mezcló entre las sábanas y un sueño tranquilo, tus parpados murmuraron un ciego te amo, nuestras respiraciones coordinadas, te exhalé mientras me suspirabas con lentitud. La poca luz se reflejó en tu envoltura, mis dedos resbalaron de cansancio en tu pecho que subía y bajaba, con la vida dentro. Nunca sentí una vida tan cerca de mi. Nunca amé más una vida. Donde tu abrazo arrulló mis pesadillas, los ayeres se quedaron afuera, tras la ventana, empapados con la lluvia, voces a la lejanía fueron opacadas por nuestra nada. Cuando me miré reflejados en el espejo, vi que lo que siempre había deseado lo tenía junto a mi. Sonreí. Cuando inhalé la paz de tus sueños, cuando me sentí tranquila, como si hubiera llegado a casa, cerré mis pensamientos, mis libros, mis letras, el pudor, sentí las gotas de tu frente resbalar tímidas por la mía, pálida, blanca, feliz. Donde tu cuerpo me arropó debajo de las sábanas… en ese momento… dormí. Al fin. Sin insomnio, sin sueños, sin duendes… sólo logré dormir.

Lo logré…