Camino hacia las ahora ruinas que solía ser mi casa. Trato de abrir la destartalada puerta pero se cae antes de meter la llave en la cerradura, levantando el polvo del piso y ocasionando que se introduzca a mi garganta, impidiéndome la visión. Toso; tengo sed y hambre ¿Hace cuánto tiempo que no como? Perdí la cuenta. Entro al terreno fangoso dónde antes hubo un jardín lleno de rosas y pasto amarillento; mi pie tropieza con algo: mi perro muerto a mis pies. O al menos lo que era mi perro pues ahora parece un muñeco de peluche sin vida. Su sangre se confunde con la tierra: alguien le disparó. Ojalá no haya sufrido. Continúo mi exploración preguntándome por qué diablos me alejé de ellos. ¿Por mi orgullo? ¿Por mi estupidez? ¿Mi falta de valor? No importa ya la respuesta. Los dejé a su suerte y eso es todo.
Cómo si caminara entre pesadillas, comienzo a mezclar la verdad con los recuerdos. Aquellas memorias de mi pasado que fue tan feliz hasta que la conocí a ella. No quiero recordarla… no logro evitarlo. Si imagen es tan clara, como si ella estuviera aún aquí. Pero no ¡No! Es un sacrilegio recordarla todavía después de todo lo que hizo. Destruyó mi vida… toda mi vida. La odio, la aborrezco, nunca la perdonaré. Algo interrumpe mis locas cavilaciones: una voz, ¡Sí, es una voz! ¡La voz de mi padre! Entro a los escombros y lo encuentro debajo del refrigerador. Lo único que sobresale es su cabeza, su cuello y la mano derecha. Me acercó a él. No respira. Me hinco junto a su cuerpo, trató de empujar el aparato a un lado, demasiado pesado y por más esfuerzos que hago no lo muevo ni un centímetro. Mi padre abre los ojos ¡Está vivo! Respira y como si su alma me recriminara en su último suspiro, muere. Le sacudo el cuerpo, le grito. Mis lágrimas mojan su rostro, nada funciona. Esta muerto. Me recargo sobre mi rodilla para levantarme. No sé de dónde saco fuerzas, es imperioso seguir mi búsqueda, aún faltan mis hermanas, mi madre… mis hijos ¿Pero dónde…?.
Mi cabeza da vueltas, siento el estómago revuelto, el cielo azul se alcanza a filtrar. Azul… qué contraste. Callo mis pensamientos un momento esperando escuchar algo… nada. Las láminas en el suelo crujen mientras las piso. En lo que fuera la habitación de los bebes hallo los pequeños cadáveres de mis dos hijos. Ambos tienen un balazo en la frente. No era necesario ¡No era necesario! Los levanto cómo si se trataran de livianas plumas. Pensé que pesarían más, pero no…eran tan pequeños. Ahora se ven diminutos. Parecen fetos. Uno tiene los ojos abiertos, los cierro. Me da miedo tocarlos, parece que se fueran a deshacer… eran tan indefensos ¡Eran unos bebes! Y yo los dejé solos… por irme con ella… con esa zorra… Los dejo bien abrigados en su cuna, abrazados. Seguramente estarán juntos por siempre, ahora su madre los estará cargando, arrullando… Era una buena mujer. La mejor de las mujeres. La cambié… yo no sabía que mi amante era la hija del general… Para ser sincero, en ese momento no me importaba nada, estaba cegado… Cegado… camino hasta el patio de atrás. Mi madre… la sacudo: muerta. Mis hermanas, una sobre la otra… sus vestidos manchados de sangre… la pared salpicada también de ese viscoso líquido… balas por todos lados…
Cierro mis ojos, pero el terror ya está dentro de mi.
Me figuro los gritos de mi familia mientras los masacraban ¿Pensarían en mi? ¿Me perdonarían? ¿Y los vecinos? ¿Y la policía? La policía… que absurdo… ellos se encargaron de destruir mi vida por las órdenes del general. ¿Alguno de los asesinos se habrá detenido a pensar en lo que estaba haciendo?, ¿que estaba asesinando a personas inocentes… a niños… a un par de ancianos…? ¿que terminaba con la vida de gente desconocida para él? ¿O no? ¿Alguno los conoció? No tiene caso.
Voy de nuevo al jardín. Vomito. El hedor a podrido abunda en este lugar… apesta a muerte, a venganza… Me agazapo en un rincón, abrazo mis piernas y comienzo a llorar. En un instante, mis gemidos se convierten en gritos, me levanto, golpeo todo lo que encuentro, patero las paredes, golpeo mi puño contra la tierra, me hinco, suplico, rezo, maldigo al cielo, al dios que me hizo esto, a ella… a ella. Caigo sobre la tierra una vez más. Me lastimo las rodillas. No la perdonaré. Mi mamá… mis hermanas… mis hijos…. mi padre ¿Quién más? ¿Quién me falta? Yo. Yo falto. Estoy muerto. Me asesinaron cuando los mataron a ellos. No podré sobrevivir ni siquiera para vengarme. No tengo fuerzas. ¿Para qué? Si ellos no regresarán. No es justo que ande tan tranquila por la calle… ¡No! La mataré… eso es… la desollaré viva… Me trueno el cuello.
Volteó a la avenida. Un grupo de curiosos se han reunido afuera del terreno. Nadie se atreve a entrar. ¿Disfrutaron del espectáculo? ¡Los asesinaré a ustedes también! La gente asustada comienza a dispersarse. Una madre, carga a su niña que comenzó a llorar con mi grito y se alejan. Que se larguen. Una vez que los chismosos se han alejado, tan sólo queda una esbelta sombra bajo un árbol observándome con detenimiento detrás de sus lentes oscuros. Me quedo helado. Saluda con la mano. El coraje, la tristeza y el odio me impiden moverme. Cierro los puños. Aprieto la quijada. Corro hacía ella sin fijarme en los coches que pasan en la avenida. Me avienta una motocicleta. No sé que pasa, pero siento un terrible golpe en la cabeza. Arde.
Cierro los ojos.
Cuando me levanto, ella ya no está ahí. Tan sólo el árbol sin ella. La avenida ha desaparecido y no hay rastro de las casas aledañas o del cielo. Una mancha gris está ahora en su lugar. Lo único que alcanzo a ver entre brumas es mi casa… las ruinas, los cadáveres de mi gente y mi propio reflejo.
No hay nada más allá.
No existe nada más para mi ni en esta tierra ni en la otra…