...en devorar las noches donde el sueño no sirve más que para separarnos en horas inertes.
Concluí que es momento de morder tu tinta hasta hacerla recuerdo, olvido de piel, saboreando tus ojos, cosquilleo con palabras en el cuello del que me alimento mientras las pesadillas te poseen y yo río abrazándote.
Paciencia ¿Paciencia? ¿Qué tanto significa una palabra tan vasta e insignificante para algunos años de vida? Paciencia en la locura, desecha la esperanza. Lo único que salva de ésta desdicha, es el insano modo de ver la normalidad como lo ven otros.
Los fieles pasan murmurando rezos de tristeza en un lugar donde no existe la fe. Fe de vida. Fe de días. Fe seca de amor.
Ganas de llorar hasta que se me salgan los ojos por las manos. Por ti, por el frío, por las voces, por pasados, por la playa, por los lejos, cerca, la naturaleza, el cielo nublado y el sol. Y no puedo, llorar, no puedo. No me sale más que tinta de las pestañas.
Dejo mi voz en tus manos y cuelgo la alegría a secar bajo el sol. Las palabras lloran. Las escucho gemir, lamentarse. Cobardes. Me creo valiente por no llorar. Me creo, nada más. Cuando llega reptando la noche, me miro en el espejo, las lágrimas se acumularon y forman nubes de vapor en el baño con las que dibujo caritas felices.
Una multitud puede ser una nada frente a una voz que grita en silencio.
No es que no sepa lo que quiero, es que te quiero tanto que no quiero saber más. Farsas, farsas, ansias mundanas de vidas y almas, revueltas, buscando una auténtica. Las auténticas buscan tanto que se confunden y no saben ver. Ciegas. Pobres. Lástima.
Luego el insomnio me ve desde la ventana, una víctima –piensa- fácil. Me atrapa y no me di cuenta de cuando pasó. Así, las horas desfilan en el techo, yo ahí, tendida, lo hago mi amante, le narro mis penas, le invento un cuento, lo acaricio y me abrazo a su espalda hasta que el insomnio se queda dormido. Escucho su respiración pesada y profunda, me levanto de la cama y salgo al frío que congelo cada que piso caminando hacia ti...
O tú hacia mi... según las horas de viaje y el calendario que nos hemos comido cuando nadie creyó que podríamos hacerlo. Era cosa de creerlo nosotros y ahora... estamos aquí.
Lo juro. Te quiero tanto.
Pd.- Gracias a Júcar quien incluyó un texto mío en su blog... aquí les
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Etiquetas: Mi mala influencia. Melancolías.